Si en la sesión pasada aclaramos a los alumnos cuáles serían los
instrumentos de evaluación a partir de los cuales se determinaría su
calificación, mañana toca concretar más hacia la metodología cooperativa (el
cómo) y sus productos (el qué).
Si apuesto por el cooperativo no es porque en este momento tenga
una obligación normativa, a partir del Anexo I.A (LOMCE) que tantas veces he citado
hasta el momento, sino porque, como he comentado a algún compañero, es una
metodología que me permite “hacer ciudadanía”. ¿Por qué lo digo?
Es verdad que la metodología cooperativa es compleja. Son
múltiples los factores que, para planificarlo correctamente, debemos de tener
en consideración: las interacciones, la disposición del aula, los roles… y lo
más importantes, nuestros alumnos en su individualidad, inteligencias,
competencias... También, y hay que decirlo, no es ponerlos a trabajar en grupo,
sin orden ni concierto, en donde el resultado final del proceso es un collage
de partes desconectadas entre sí, realizadas fuera del aula, en donde no sabes
qué ha hecho ni cómo lo ha hecho cada uno. Hay que tener claro que la
metodología cooperativa es una metodología para y en el aula aunque, en el
aspecto de la responsabilidad individual, cada miembro del grupo pueda tener un
trabajo personal que se concluya con la elaboración de los trabajos individuales de
los otros compañeros dentro del aula.
Bien, todo lo anterior nos indica que tiene sus dificultades y que
el control de la metodología pasa por una formación que nos lleve a la experticia
y por muchas horas de aplicación en el aula. Pero, con todo ello, sin esa
experticia y con algunas experiencias, apuesto por ponerlo en práctica en el
aula porque, como decía, “hace ciudadanía”.
Creo que la “interdependencia positiva” (“somos tan fuertes como
el más débil”; “remamos todos o nos hundimos”) y la “responsabilidad
individual”, ambos elementos fundamentales de la metodología cooperativa, son,
a su vez, pilares fundamentales de toda la sociedad. Entender esto en su
profundidad, te hace ver que los contenidos de tu materia son medios e
instrumentos para hacer sociedad, ciudadanos que sienten con el otro desde sí mismos.
Si yo me responsabilizo de mi trabajo (y extrapolémoslo a cualquier
ámbito académico, profesional…) y entiendo que soy responsable de los otros en
igual medida que los otros se responsabilizan de mi… acaso, ¿no es hacer
sociedad?
Dicho lo anterior, mañana, en un primer momento les asignaré a los
alumnos el grupo cooperativo y el orden de disposición en el mismo que
mantendrán durante este primer trimestre. Mismo grupo, mismo trimestre, porque
se pretende que, siendo diferentes productos los desarrollados durante este tiempo,
puedan cambiar de roles y puedan ir evaluando los procesos para una mejora de
los productos.
Establecidos los grupos cooperativos, y considerando que el primer
producto que hagamos será un mapa mental, entiendo que el paso siguiente es
explicarles a los alumnos qué es y cómo se hace un mapa mental según las
indicaciones recogidas en las publicaciones de Tony Buzan. ¿Por qué me detengo
en explicar en profundidad el qué y el cómo de un mapa mental? La respuesta es
obvia, tendré que evaluar si el producto que posteriormente se realice es, o no
es, un mapa mental; si es un buen mapa mental, o no lo es. Es decir, si no sé el qué y el cómo, cómo voy a tener criterios para evaluarlo. No es una pérdida
de tiempo indicar claramente a los alumnos qué queremos.
Explicado el mapa mental, les entrego la “versión 2” de la
“Rúbrica para la corrección de mapa mental” y les doy un tiempo cronometrado
para que:
·
Escriban (proceso más
profundo que decir) qué cambiarían, lo justifiquen y lo reformulen.
·
Firmen y suscriban el
instrumento de evaluación que les he entregado para su revisión.
La participación de los alumnos, directa o no tan directa como es
el caso, legitima a partir de ese momento el instrumento de evaluación. Lo
ideal, que lo elaboren ellos pero la gestión de la temporalización y el
quehacer en el aula, en ocasiones, obliga a hacer lo que hago. En todo caso, lo
que hacemos es evaluar con el objetivo de mejorar un instrumento de evaluación
que se ha estado utilizando hasta el momento.
Lo haremos en cooperativo, haremos un mapa mental pero… cómo
evaluaremos cómo lo estamos haciendo. Para ello, les entregaré en su “versión
2” la “Rúbrica/Diario de proceso”. Es un instrumento que, cumplimentado por los
alumnos, en individual (para tener “libertad” en sus respuestas y mayor
reflexión respecto de su diario de proceso) y siempre dentro de los minutos
finales de la clase, le permite al profesor recoger información que, junto con
la constante e incesante información que como observador/evaluador está
recogiendo durante la sesión en aula, le permitirá completar la información
recogida así como las observaciones que los alumnos han querido indicar en el
Diario del proceso. Así, se podrán leer indicaciones al respecto de cómo está
funcionando el grupo en el proceso y poder introducir aquellas medidas que
permitan corregir el funcionamiento del grupo porque, como en toda sociedad,
surgen problemas en el funcionamiento y, en algunos de los casos, aparecen “el
gorrón o jeta” como aquel que no hace nada y que se beneficiará de la
calificación que obtiene el grupo o, también, aquellos que tienen dificultades
de aprendizaje, en sus relaciones sociales… y el grupo no detecta y, por tanto,
no se responsabiliza de ellas como propias haciéndose eco de que “la cadena es
tan fuerte como el más débil de sus eslabones”. Igualmente, les entregaré el
instrumento de evaluación para que, como en la rúbrica del mapa mental, puedan
evaluarlo, como el anterior, ratificarlo o matizarlo.
A partir de este momento, ya contamos con herramientas para
evaluar el qué y el cómo lo hacemos.
¿Qué conclusiones sacaran los alumnos de los instrumentos de evaluación presentados mañana en el aula? ¿De qué haremos el mapa mental?
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